Debate promovido por la CLADE discute la educación en Haití y el papel de la cooperación internacional en este país

“No hay una maldición haitiana. A veces se entiende que hay, a partir de las noticias, por cuenta de la inestabilidad  política, el terremoto. La que tenemos es la maldición de la economía capitalista, del neoliberalismo, de una burguesía nacional, la maldición del occidente”, afirmó Patrice Florvilus, de la Reagrupación Educación para Todos y Todas (REPT), foro asociado a la CLADE en Haití. Con esta declaración, inició su ponencia en la actividad autogestionaria “Haití somos todos y todas – La lucha por el derecho a la educación”,  promovida por la CLADE, en el Foro Social Temático (FST), el día 26 de enero, en Porto Alegre, Brasil.
“A veces se presenta Haití solamente como un país pobre, pero tenemos mucho más que esto. Tenemos la solidaridad, que se vio después del terremoto, un elemento importante de nuestra cultura”, ejemplifica Florvilus. 
Haití fue la primera nación de Latinoamérica y el Caribe a independizarse de un imperio colonial, en 1804, cuando un contingente de esclavos venció a las tropas de Napoleón Bonaparte, y también la primera del mundo a abolir la esclavitud. “Haití paga el precio que pagan las naciones que tienen el coraje de contraponerse al imperio, el precio de su osadía en favor de la igualdad y de la libertad, de una nación negra que se emancipó por primera vez y ayudó otros países de América a independizarse”, completa Pablo Gentile, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO – Brasil). El sismo que sacudió Haití la tarde del 12 de enero del 2010 dejó a más de 230 mil personas muertas, 300 mil heridas y casi 2 millones sin hogar, principalmente en Puerto Príncipe. Más de 600 mil personas han huido de la capital a otras regiones del país no afectadas por el terremoto, ejerciendo una gran presión sobre comunidades de recursos bastante limitados. Gentile defiende, sin embargo, que no se trata de una catástrofe, ni de un hecho inesperado, con causas desconocidas, sino del resultado de una política imperial que se ha impuesto a Haití. Fenómenos naturales como huracanes, por ejemplo, matan muchísimo más gente cuando ocurren en Haití que cuando se pasan en Cuba, un país vecino.
Educación en Haití
El impacto del terremoto fue particularmente devastador en la educación haitiana. El sismo derrumbó el Ministerio de Educación, arruinando casi todos los datos del sistema de educación y matando parte significativa del personal técnico y administrativo responsable por la gestión educativa. Resultó en la muerte de alrededor de 38 mil estudiantes y de más de 1,3 mil trabajadores y trabajadoras de la educación. Destruyó o dañó gravemente gran parte de las escuelas del país.
Sin embargo, antes del temblor de tierra, la situación de la educación ya era bastante grave: la tasa de alfabetización de la población adulta no pasaba del 61%, la de niños y niñas que asistían a un establecimiento educativo no superaba el 50%, y más de 90% de las escuelas estaban en manos de la iniciativa privada. Un grado de privatización que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo.
El desastre provocado por el terremoto ha traído también la oportunidad de construirse un nuevo sistema educativo, en otros moldes del que existía antes y fue destrozado, pero desafortunadamente se está desperdiciando esta ocasión, con aún mayor carga en la privatización de la educación en Haití, siguiéndose con la aplicación de las políticas neoliberales que llevaron el sistema educativo al casi completo abandono. En lugar de construir un sistema educativo público, la cooperación internacional, que financia casi toda la educación básica en el país, está invirtiendo sus recursos en subvencionar las familias para que paguen las escuelas privadas. El Banco Mundial ya había adoptado esta política mucho antes del sismo, pero ahora la estrategia fue intensificada.
El actual Ministro de Educación, Reginald Paul, ex director de la oficina del programa de Educación Para Todos del Banco Mundial en Haití, sigue la misma política de las instituciones internacionales. “Él dice que tiene resultados positivos, pero se basa en la educación de Chile, justamente un sistema que está en crisis. Con esta política, vamos a tener una educación aun más privatizada. Si el Estado financia esas escuelas privadas, ellas van a aumentar su capacidad logística, académica, van a tener más recursos, los mejores profesores, los mejores materiales”, denuncia Patrice.
Falta de solidaridad internacional
Aunque hayan sido enviadas brigadas de algunos países, como Cuba y República Dominicana, y se haya recibido el apoyo de movimientos como el MST (Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra), de Brasil, la solidaridad internacional fue bastante insatisfactoria. La cooperación internacional, que a lo largo de la historia viene sistemáticamente destruyendo y fragilizando el Estado haitiano, sin respetar su soberanía e independencia, no se salió mejor después del sismo. El ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, fue designado para ser el coordinador de la comisión de reconstrucción, y el primer ministro de Haití es su ex empleado.
“Hay más imposición de la comunidad internacional que cooperación, por eso creemos más en la solidaridad del pueblo haitiano que en esto. Es una intervención sin coordinación efectiva con los poderes locales, sin regulación”, explica Florvilus. Según el representante de la REPT, constituye mucho más una estrategia militar que un marco de solidaridad.
La Misión de las Naciones Unidas por la Estabilización de Haití (Minustah, por sus siglas en francés), que está en el país desde el 2004 y que tras el sismo tuvo sus tropas incrementadas, cada vez más es rechazada por la población haitiana, debido a las sucesivas violaciones de derechos humanos cometidas. “La militarización de Haití, el país con más seguridad en América Latina y el Caribe, cuesta mucho dinero. Con la Minustah se gastan por año lo equivalente a la construcción de 71 mil casas. Los militares vienen para garantizar la aplicación del plan económico internacional, para garantizar el capitalismo, no para apoyarnos, no para ayudarnos en la reconstrucción”, declara Florvilus.
Incluso se atribuye a las fuerzas internacionales la responsabilidad por el brote de cólera que se propagó en Haití en el mismo año del temblor de tierra, una epidemia que al final del 2010 ya había dejado más de 2,4 mil muertes en 100 mil casos registrados. Muchas personas exigen la inmediata retirada de estos militares del país.
“Por el momento, la mayoría de los países de Latinoamérica no tiene gobiernos neoliberales, pero lo único que enviamos a Haití fueron militares. Sabemos perfectamente la capacidad que los militares de América Latina tienen para trabajar en estas situaciones. ¿Dónde están los médicos brasileños, los ingenieros, agrónomos, pedagogos trabajando en Haití? ¿Dónde están los recursos transferidos por los países de la región para los movimientos y organizaciones sociales de Haití?”, cuestiona Gentile. Él considera que esto debería ser un problema de todos y todas, no apenas de Haití.
De acuerdo con Florvilus, lo que ellos reclaman es una solidaridad entre pueblos. “Como ocurrió con República Dominicana, que declaró que los vecinos haitianos son sus hermanos y al día siguiente al terremoto empezó a enviar sus voluntarios”, concluye el representante de la REPT.
Campaña “Haití somos todos y todas”
La CLADE empieza a construir una campaña de apoyo a Haití, enfocando la realización del derecho a la educación, con tres objetivos fundamentales. El primero es visibilizar la actual situación y hacer un seguimiento más permanente de la reconstrucción del sistema educativo para que este momento de oportunidad no se cierre rápidamente y el país vuelva a ser olvidado por la comunidad internacional. También se quiere socializar la comprensión de las causas históricas y estructurales, internas y externas, que están por detrás de lo que ocurre en Haití, para entender su complejidad.
El tercer objetivo de la iniciativa es generar solidaridad para presionar las instancias que están tomando decisiones sobre el futuro de Haití. “En muchas de las decisiones de la reconstrucción ni siquiera el gobierno ha sido consultado, mucho menos la sociedad civil. Queremos que la ciudadanía y el Estado haitiano vuelvan a ser el eje de la reconstrucción de una sociedad más justa”, señala Ilich Ortiz, de la CLADE.